Tal parece que aquellos tiempos en que el presidente gringo Franklin D. Roosevelt decía del cleptócrata dictador nicaragüense Anastasio Somoza que “puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta” están llegando a su fin. El “Tacho” Somoza, que se jactaba de decir que Nicaragua era suya, su hacienda particular -no como el hispano Fraga que solo llegó a poseer las calles franquistas- también aclaraba, poniendo su hipotética barba a remojar, que “Pienso gobernar 40 años, pero si los Estados Unidos me dicen que me vaya, lo haría inmediatamente solo con que me garanticen mi seguridad personal”. Hoy esta cuestión de la relación del imperio con sus hijos de puta ha cambiado y, como decía Seño Nené León, un viejo pescador del Pris tacorontero, va “mejorando pa’pior”. Ahora el imperio los echa cuando necesita recambiarlos pero, a veces, les sale un protestón y entonces se impone el aplastarlo.
Un muestrario de esa relación puesto al día lo tenemos en el arco Maghreb (Marruecos, Mauritania, Sahara Occ., Argelia, Túnez y Libia)/ Màshrek (Egipto, Sudan, Siria, Líbano, Israel, Palestina, Irak y Jordania) / Al-Jalish (Arabia Saudí, Yemen, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin) que podemos ampliar al Asia Central con Irán, Afganistán y Pakistán. Es el “arco del petróleo”, con prácticamente el 80% de las reservas mundiales y el 40% de la exportación, arco en el que, salvo los citados del Asia Central, predomina la cultura y el pensamiento árabe, incluso sobre la artificial creación de Israel o las poblaciones imazighen del Maghreb que se prolongan hasta Siwa en la frontera egipcia con el Gran Desierto Líbico en la Cirenaica.
En este “arco del petróleo” predominan globalmente –incluyendo los asiáticos- las variantes del Islam como religión, con las islas que significan los cristianos (maronitas, coptos, católicos y ortodoxos) en Líbano, Siria, Irak, Israel y Egipto y los judíos en Israel y el Maghreb más occidental. Todos ellos son estados recientes, antiguas colonias europeas fundamentalmente de Francia y Gran Bretaña, menos de Italia y en una mínima parte de España, potencias colonizadoras que se preocuparon de establecer diferenciaciones que impidieran una estructura unificada en base a sus especificidades unitarias (lengua, religión y cultura). En todas ellas había sin embargo un sentido de pertenencia a una unidad superior, una umma o comunidad de individuos. A ese sentido de unidad contribuyo mucho la expansión de las “cofradías” sufíes con sus diferentes tariqas, además de la salafía que propugnaba un regreso a las primitivas fuentes del Islamcontenidas en el Corán y la Sunnah según la interpretación de las 3 primeras generaciones tras Mahoma (la palabra árabe salaf designa a los primeros antecesores) y la wahhabía, más restrictiva aún en su interpretación, que a lo largo del XVIII predicó Ibn’Abd al Wahhab apoyado por Ibn Sa’ud, origen de la actual dinastía gobernante en Arabia Saudí, donde alcanza por ello su mayor difusión. Ese sentido de la umma significaba un apoyo moral para un campesinado desestructurado, con su sistema social roto y sus mejores tierras arrebatadas por el colonialismo. Esta es una de las razones claves para que el árabe, la lengua del Corán, se impusiera por su trasfondo religioso sobre las lenguas autóctonas, como la tamazigh o el copto. Así, en la Argelia colonial, región berberófona por excelencia, en el período entreguerras, en las madrasas se impuso el lema de “El Islam es mi religión, el árabe mi lengua y Argelia mi patria”, expresión casi idéntica a la que encontramos en la Ley 24 de 1369 de la Héjira (1991 d.c.) de Libia, que prohíbe el uso de otras lenguas que no sea el árabe en los documentos y publicaciones oficiales y espacios públicos y que incluso, en su Art. 3, prohíbe el uso de nombres personales “no-árabes y no-musulmanes”. Es esta Ley 24-1369 la que invoca el Comité Popular General Libio cuando, ante las protestas del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de Amnistía Internacional del pasado 19 de enero por las detenciones un mes antes de los activistas imazighen libios, los hermanos Mazigh y Madghis Bozkar, y los imazighen marroquíes Al-Mahfouz Asmhari y Hassan Ramou que permanecían en prisión, explicita que “All the Lybian are of a common racial origin, all profess Islam and speak Arabic”.
La influencia sufí, salafista y wahhabista con su visión de un Islam anquilosado, con meta única en el tawhid o “unión con Dios”, fatalista y sin carácter político, y con una idea de gobierno herencia de la autoridad califal central, impedía cualquier desarrollo político. Por eso los esfuerzos de los primeros reformadoresdel Islam moderno que se desarrollan en Egipto tienen como objetivo compaginar Islam con desarrollo en todas sus facetas, sobre todo de la interpretación de la doctrina y sus consecuencias jurídicas para poder oponerse con éxito al empuje colonial europeo. La plasmación política de las tesis reformadoras la ejecuta Arabí Pasha que en 1881 se rebela contra el dominio absoluto que franceses y británicos ejercían sobre Egipto incrementado a partir de la construcción del Canal de Suez. La rebelión es sofocada tras el bombardeo en 1882 de Alejandría por la flota inglesa y Egipto se convierte en un protectorado británico, protectorado que durará hasta el Tratado Anglo-Egipcio de 1936, pero no termina con él la injerencia inglesa en la política egipcia.
El imperio se encuentra con que en todo el mundo musulmán van asentándose los sentimientos anticoloniales que producen, por un lado movimientos como el de los “Hermanos Musulmanes” mientras que, por otro, la influencia de las ideas de izquierda, socialistas y comunistas conduce a nuevos planteamientos políticos con los que el mundo colonialista y neocolonialista tendrá que acabar para imponer sus tesis neoliberales.
Un adelantado de esos nuevos planteamientos que bautiza con el nombre de “socialismo árabe” es Michel’ Aflaq, cofundador con Salah al-Bitar del “Partido Baas” en la Siria de los años 30,. El Baas –“Partido del Renacimiento Árabe” que añade a ese nombre el de “Socialista” en 1954- se extiende por las colonias franco-británicas del Màshrek aunque su influencia ideológica abarca a todo el mundo árabe. En 1947, delegados de Jordania, Líbano, Irak, Palestina y Siria fijan en Bagdad la ideología baasista como “panarabista, antiimperialista y socialista”, ideas que van a tener su reflejo en la fundación en Egipto del “Movimiento de los Oficiales Libres” tras la derrota egipcia ante Israel en 1948.
La rebelión del Movimiento de los Oficiales Libres en 1952 acaba con la monarquía. El rey Faruk I abdica y llega al poder Gamal Abdel Nasser que implanta en Egipto un modelo de socialismo, diferente del europeo y adaptado a un mundo a descolonizar. Nasser, con Tito, Ho Chi Min y Nehru serán los artífices principales de la expansión de ese socialismo que, por su decidido empeño descolonizador, podríamos llamar “de liberación nacional” que se plasma en la “Conferencia de Bandung” en 1955. El socialismo panarabista y al tiempo nacionalista nasseriano se va a exportar, en plena Guerra Fría, al conjunto del Maghreb, del Màshrek y de Al Jalish a raíz de la nacionalización del Canal de Suez por el sentimiento que produjo la derrota de los ejércitos franco-británicos desembarcados en Egipto y del israelí que ocupo la península del Sinaí.
Así, en Túnez, Habib Burguiba destituye al bey profrancés y proclama la República Tunecina de carácter socialista en 1957; en Marruecos, los planteamientos de Mehdi Ben Barka y Mohamed Basri conducen a la izquierda en 1959 a separarse del “Partido de la Independencia” (Istiqlal) y fundar la “Unión Nacional de Fuerzas Populares” que se convertirá en la actual “Unión Socialista de Fuerzas Populares”.
En Argelia, en 1952 Ahmed Ben Bella logra huir de una prisión francesa y, con la ayuda de Nasser, reconstruye en El Cairo la “Organización Especial” (O.S.) que había fundado conHocine Aït Ahmed desde 1947 para llevar a cabo la lucha armada contra la colonización francesa. Es uno de los 9 integrantes del Comité Revolucionario de Unión y Acción (CRUA) que prepara el levantamiento armado del 1º de Noviembre de 1954 y dirige al FLN en cuya ala izquierda se integra junto a MohamedBudiaf, y Hoari Boumédiàn frente a la derecha de Ferhat Abbas
En Siria, con independencia reconocida por la onU tras la 2ª Guerra Mundial y evacuada por las tropas francesas en 1946, tras sucesivas revueltas y golpes de estado, eligió en 1955 al nasserista Chukri el-Kuatli como Presidente de la República, derribado en 1963 por un golpe de estado protagonizado por el Baas cuyas diversas facciones se han mantenido en el poder hasta la fecha.
En Irak, mandato británico desde 1917 tras la 1ª Guerra Mundial, los ingleses imponen el sistema monárquico, con una Monarquía Hachemita, con el emir Faisal Ibn Hussein –tío del rey Abdalla de Jordania y expulsado de Siria por los franceses-nombrado en 1921 como rey con el nombre de Faisal I, plegado totalmente a los intereses británicos,hasta el punto que el tratado angloiraquí, que ponía fin al mandato británico en 1930, concedía el control y explotación del petróleo iraquí a la “Irak Petroleum Company”, control que conservó con Faisal II que renovó los acuerdos en 1954. Irak entra en el “Pacto de Bagdad” con Irán, Turquía y Gran Bretaña –más tarde entraría también Pakistán- para alinearse con USA en el Bloque Capitalista en la Guerra Fría, donde permanecerá hasta la Revolución de 1958 que proclama la República. En la revolución, con una carácter nacionalista y de izquierda,intervienen dos bloques, el formado por los nasseristas y comunistas con apoyo de musulmanes chiitas y kurdos y el del Baas con el apoyo de los musulmanes sunís y cristianos maronitas.
Por último, en Libia, territorio intermedio entre el Maghreb y el Màshrek y bajalato otomano desde 1830, con Turquía enfrascada en la Guerra de los Balcanes y con el resto del norte africano repartido entre Francia y Gran Bretaña, fue invadida por los italianos en 1912 para incorporarse así al imperialismo europeo. Con la llegada, diez años más tarde, del fascismo a Italia, el gobierno de Mussolini incremento la emigración desde el empobrecido y explotado sur italiano y de Siciliaa la nueva colonia con la promesa de tierras para cultivar, para lo que hubo que desplazar a la población libia a las zonas improductivas y desérticas. Mussolini unió las dos colonias iniciales de Cirenaica y Tripolitania que con el Fezzan formaron la “Libia Italiana” con unos 120.000 colonos al inicio de la 2ª Guerra. Contra la colonización se enfrentaron los libios, en una sangrienta guerra de guerrillas con Omar al-Mukhtar, “El León del Desierto”, como máximo exponente popular de esa lucha y con la poderosa tariqa sufí de los sanusí como soporte principal. La tariqa sanusí estaba liderada por Idris al-Senussi, nieto del fundador de la cofradía y emir de la Cirenaica, que tras ser derrotado el Eje y los italianos desposeídos de sus colonias africanas, declara la independencia de Cirenaica en 1949 ,y que un año más tarde es proclamado como primer y último rey del Reino Federal de Libia (Cirenaica, Tripolitania y Fezzan). La política pro-occidental de Idris y la venta a las potencias europeas hacen aumentar el malestar popular hasta que en septiembre de 1969 oficiales del ejército libio pronasseristas encabezados por Muammar al-Gaddafi destronan a Idris y proclaman la República que ya desde 1970 nacionaliza algunas empresas petroleras, impulsa la agricultura, proclama la igualdad de mujer en contra de la posición tradicional islámica y suprime las bases extranjeras del territorio libio. En 1975 publica el conocido “Libro Verde” y en cumplimiento de sus teorías en 1977 proclama la “Yamahiriya”, modalidad de estado socialista de control popular que puede traducirse por “gobierno –estado- de las masas”, pero esto ya es parte de lo que hoy estamos viviendo y será el objeto de la tercera parte de este artículo.
Llegó el momento de recambiar las piezas gastadas, y tras la experiencia de Irak, la inteligencia gringa comenzó por la pieza más débil del puzle: Túnez, en que Zine Ben Alí, a cuyo cargo estuvo la represión contra los sindicatos en 1978 y la sangrienta represión de las manifestaciones antirégimende 1984, y que sucedió a Burguiba en un golpe palaciego, había ya abandonado sus posiciones de apoyo a la OLP y cualquier postura antiimperialista, prohibido los partidos y privatizado a favor de su familia las empresas y servicios públicos. Enfermo también de la cleptomanía de los sátrapas, cayó empujado por la revuelta popular alimentada por la pobreza generalizada y aun el imperio no ha decidido la pieza de recambio.
El nasserismo socialista egipcio vio su fin con Anuar el-Sadat que, en función de un acercamiento a USA y a Israel acabó con cualquier aspiración socialista o arabista, introdujo en Egipto la política económica liberal y fue, con Jimmy Carter y Menahem Beguin el actor principal de los “Acuerdos de Camp David”, políticas en las que incidiría, tras su asesinato, su vicepresidente Hosni Mubarak en los siguientes 30 años hasta que las manifestaciones del pasado febrero, perfectamente organizadas,lo sustituyen en el poder por una Junta Militar en una maniobra de cambiar la cabeza para que nada cambie. Fue fácil para la CIA incitar al recambio si tenemos en cuenta que frente a la fortuna personal que había acumulado el sátrapa Mubarak de más de 70.000 millones de $ la mitad del pueblo egipcio malvivía con menos de 60$ al mes.
Ahora les queda el diablo con cuernos y rabo, último vestigio del “eje del mal” y enemigo público número uno, el proclamado por el imperio como el asesino cruel de su pueblo –por cierto el de mayor PIB y de Índice de Desarrollo Humano de todo nuestro continente.-: El-Gaddafi y su Yamahiriya, pero esto, como en “Las Mil y Una Noches” será el objetivo de la próxima entrega, aunque en el ínterin los gringos hayan asesinado a uno de sus hijos y sus nietos, como ya había hecho con otra hija adoptiva en los bombardeos de Trípoli y Benghasi de abril de 1986.
1º de mayo de 2011. Día especial para la lucha de los trabajadores en una Canarias que sigue dormida.
Francisco Javier González