Las acampadas, que sí tienen un nítido contenido anticapitalista y en las que ondean multitud de banderas republicanas, están siendo duramente reprimidas
La presión está aumentando en la olla social, no hay válvula de seguridad y la probabilidad de que sucedan estallidos de ira popular, como los actuales, es cada vez mayor.
Las cúpulas de CC.OO y UGT están instalados en la “paz social”, curiosamente acordando una reforma de la negociación colectiva que tiene por objetivo acabar con el poco poder de negociación que queda, cuando la tempestad está arrasando puestos de trabajo y conquistas sociales.
El descrédito del montaje electoral, aliñado por la extensión de la corrupción y la percepción de que las propuestas son las mismas porque quien realmente manda es la gran patronal, el FMI y la UE, alcanza cotas inéditas. Todo el mundo sabe que los elevados porcentajes de abstención darán la victoria al PP en unas elecciones que son el preludio de la siguiente victoria electoral de la derecha en unos comicios generales, muy probablemente anticipados al otoño. El resultado, más de lo mismo.
Las movilizaciones masivas que se iniciaron en numerosas ciudades del estado el 15 de mayo y que están teniendo continuidad en acampadas, asambleas y nuevas convocatorias de manifestación expresan el alto grado de indignación y rabia de una juventud que no tiene esperanza alguna de llegar a tener los derechos básicos que, pomposamente, la Constitución proclama: derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y sanidad públicas y de calidad, a una pensión digna, …etc.
Decenas de miles de jóvenes, informan de 130.000 en 60 ciudades, proclaman su descalificación al sistema político vigente convocados por un manifiesto que mantiene una ambigüedad calculada y por una Plataforma de la que se desconoce la identidad de sus componentes. Llama la atención la gran cobertura mediática que ha rodeado la convocatoria que recuerda a la de las movilizaciones contra la guerra de Iraq en 2003, mientras cada vez es más clamoroso el silencio sepulcral con que los mismos medios tratan importantes movilizaciones sociales como la que se produjo el pasado 5 de mayo contra la privatización de la sanidad y la educación.
También sorprendía la insistencia de los organizadores en que no aparecieran pancartas ni banderas de organizaciones, cuando ese asunto, planteado por los sectores más reformistas y vinculados a la socialdemocracia de los Foros Sociales con el objetivo de impedir el surgimiento de un referente político alternativo, parecía estar colectivamente resuelto en movilizaciones anteriores.
Un último interrogante se abre sin respuesta: ¿por qué se convocan las movilizaciones ahora, inmediatamente antes de las elecciones, cuando todo indica que ayuntamientos y gobiernos regionales van a proceder a durísimos recortes de salarios, de puestos de trabajo, de gasto público y de prestaciones sociales, que donde se han producido –como en Murcia y Cataluña- han desencadenado fuertes movilizaciones?
Las acampadas, que sí tienen un nítido contenido anticapitalista y en las que ondean multitud de banderas republicanas, están siendo duramente reprimidas.
Es indudable que el deber de las organizaciones coherentemente de izquierdas es apoyar las movilizaciones, aún con todas las preguntas sin responder en la cabeza, pero intentando aprender de lo sucedido en ocasiones anteriores. Con una cierta perspectiva histórica se puede concluir que la experiencia del movimiento antiglobalización tuvo un coste más bien escaso para el sistema. Una de las organizaciones de la izquierda más importantes de las que apoyaban decididamente el movimiento, Refundación Comunista de Italia, está prácticamente desaparecida y los Foros Sociales Mundiales hace tiempo que no sirven para mucho más que para sus organizadores y asociaciones afines naden en las jugosas aguas de las subvenciones.
Algo semejante ocurrió con el aparentemente poderoso movimiento contra la guerra en el Estado español: parió el ratón de sustituir a Aznar por un Zapatero que ha terminando ejecutando – corregidas y aumentadas – todas sus políticas. Por otro lado, las organizaciones de la izquierda anticapitalista, si bien van avanzando – aunque mucho más lentamente de lo necesario – en su articulación, este resultado tiene menos que ver con los movimientos “masivos” anteriormente citados que con experiencias como la de Iniciativa Internacionalista o la de plataformas sociales unitarias que se van conformando desde la base y que tienen una creciente capacidad de convocatoria.
En los procesos sociales no hay atajos. Si bien la chispa de la espontaneidad está siempre presente y sirve para desencadenar las movilizaciones, solamente el avance en el nivel de organización es la medida de la acumulación de fuerzas y sin acumulación de fuerzas, a las luchas se las lleva el viento.
Las respuestas útiles a la pregunta ¿qué hacer? que cotidianamente nos martillea las sienes van – inevitablemente - en dos sentidos destinados a retroalimentarse:
1º. La extensión y el fortalecimiento de la organización desde la base de las luchas unitarias, buscando la confluencia de movimientos. Un ejemplo puede ser el intento de dar continuidad a las movilizaciones actuales con las marchas sobre el centro de Madrid, que se preparan para el 19 de junio por diversos movimientos sociales, y están apoyadas decididamente por diferentes organizaciones, políticas sindicales, culturales, etc. Estas marchas, con un discurso abierto y unitario, pero con un contenido anticapitalista claro, están siendo preparadas por multitud de asambleas de barrios y de pueblos que tienen la vocación de perdurar tras las marchas y servir de germen de movimientos obreros y populares de carácter permanente. Estas asambleas no son alternativas sino complementarias de las diversas plataformas unitarias pre-existentes.
2º. El proceso de fortalecimiento de la unidad y la extensión de las plataformas sindicales y los movimientos populares debe acompañarse con el inicio del complejo, pero inexcusable camino de la creación del Frente de Izquierdas. Este proceso de confluencia múltiple en torno a un programa común sólo podrá abrirse paso si echa sus raíces en las luchas obreras y populares. Es decir, si la construcción del referente político bebe de la savia de la lucha de clases y demuestra su utilidad para abordar un largo proceso de acumulación de fuerzas.
La Haine
Las cúpulas de CC.OO y UGT están instalados en la “paz social”, curiosamente acordando una reforma de la negociación colectiva que tiene por objetivo acabar con el poco poder de negociación que queda, cuando la tempestad está arrasando puestos de trabajo y conquistas sociales.
El descrédito del montaje electoral, aliñado por la extensión de la corrupción y la percepción de que las propuestas son las mismas porque quien realmente manda es la gran patronal, el FMI y la UE, alcanza cotas inéditas. Todo el mundo sabe que los elevados porcentajes de abstención darán la victoria al PP en unas elecciones que son el preludio de la siguiente victoria electoral de la derecha en unos comicios generales, muy probablemente anticipados al otoño. El resultado, más de lo mismo.
Las movilizaciones masivas que se iniciaron en numerosas ciudades del estado el 15 de mayo y que están teniendo continuidad en acampadas, asambleas y nuevas convocatorias de manifestación expresan el alto grado de indignación y rabia de una juventud que no tiene esperanza alguna de llegar a tener los derechos básicos que, pomposamente, la Constitución proclama: derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y sanidad públicas y de calidad, a una pensión digna, …etc.
Decenas de miles de jóvenes, informan de 130.000 en 60 ciudades, proclaman su descalificación al sistema político vigente convocados por un manifiesto que mantiene una ambigüedad calculada y por una Plataforma de la que se desconoce la identidad de sus componentes. Llama la atención la gran cobertura mediática que ha rodeado la convocatoria que recuerda a la de las movilizaciones contra la guerra de Iraq en 2003, mientras cada vez es más clamoroso el silencio sepulcral con que los mismos medios tratan importantes movilizaciones sociales como la que se produjo el pasado 5 de mayo contra la privatización de la sanidad y la educación.
También sorprendía la insistencia de los organizadores en que no aparecieran pancartas ni banderas de organizaciones, cuando ese asunto, planteado por los sectores más reformistas y vinculados a la socialdemocracia de los Foros Sociales con el objetivo de impedir el surgimiento de un referente político alternativo, parecía estar colectivamente resuelto en movilizaciones anteriores.
Un último interrogante se abre sin respuesta: ¿por qué se convocan las movilizaciones ahora, inmediatamente antes de las elecciones, cuando todo indica que ayuntamientos y gobiernos regionales van a proceder a durísimos recortes de salarios, de puestos de trabajo, de gasto público y de prestaciones sociales, que donde se han producido –como en Murcia y Cataluña- han desencadenado fuertes movilizaciones?
Las acampadas, que sí tienen un nítido contenido anticapitalista y en las que ondean multitud de banderas republicanas, están siendo duramente reprimidas.
Es indudable que el deber de las organizaciones coherentemente de izquierdas es apoyar las movilizaciones, aún con todas las preguntas sin responder en la cabeza, pero intentando aprender de lo sucedido en ocasiones anteriores. Con una cierta perspectiva histórica se puede concluir que la experiencia del movimiento antiglobalización tuvo un coste más bien escaso para el sistema. Una de las organizaciones de la izquierda más importantes de las que apoyaban decididamente el movimiento, Refundación Comunista de Italia, está prácticamente desaparecida y los Foros Sociales Mundiales hace tiempo que no sirven para mucho más que para sus organizadores y asociaciones afines naden en las jugosas aguas de las subvenciones.
Algo semejante ocurrió con el aparentemente poderoso movimiento contra la guerra en el Estado español: parió el ratón de sustituir a Aznar por un Zapatero que ha terminando ejecutando – corregidas y aumentadas – todas sus políticas. Por otro lado, las organizaciones de la izquierda anticapitalista, si bien van avanzando – aunque mucho más lentamente de lo necesario – en su articulación, este resultado tiene menos que ver con los movimientos “masivos” anteriormente citados que con experiencias como la de Iniciativa Internacionalista o la de plataformas sociales unitarias que se van conformando desde la base y que tienen una creciente capacidad de convocatoria.
En los procesos sociales no hay atajos. Si bien la chispa de la espontaneidad está siempre presente y sirve para desencadenar las movilizaciones, solamente el avance en el nivel de organización es la medida de la acumulación de fuerzas y sin acumulación de fuerzas, a las luchas se las lleva el viento.
Las respuestas útiles a la pregunta ¿qué hacer? que cotidianamente nos martillea las sienes van – inevitablemente - en dos sentidos destinados a retroalimentarse:
1º. La extensión y el fortalecimiento de la organización desde la base de las luchas unitarias, buscando la confluencia de movimientos. Un ejemplo puede ser el intento de dar continuidad a las movilizaciones actuales con las marchas sobre el centro de Madrid, que se preparan para el 19 de junio por diversos movimientos sociales, y están apoyadas decididamente por diferentes organizaciones, políticas sindicales, culturales, etc. Estas marchas, con un discurso abierto y unitario, pero con un contenido anticapitalista claro, están siendo preparadas por multitud de asambleas de barrios y de pueblos que tienen la vocación de perdurar tras las marchas y servir de germen de movimientos obreros y populares de carácter permanente. Estas asambleas no son alternativas sino complementarias de las diversas plataformas unitarias pre-existentes.
2º. El proceso de fortalecimiento de la unidad y la extensión de las plataformas sindicales y los movimientos populares debe acompañarse con el inicio del complejo, pero inexcusable camino de la creación del Frente de Izquierdas. Este proceso de confluencia múltiple en torno a un programa común sólo podrá abrirse paso si echa sus raíces en las luchas obreras y populares. Es decir, si la construcción del referente político bebe de la savia de la lucha de clases y demuestra su utilidad para abordar un largo proceso de acumulación de fuerzas.
La Haine