Thomas Sankara (1949-1987) fue presidente de Burkina Faso de 1983 a 1987. Fue asesinado por uno de sus compañeros y como pago por su excesiva implicación por el dolor y la miseria de su pueblo. Sankara tomó muchas medidas importantes en su etapa, demasiado corta, en el poder, medias encaminadas a la mejora de las condiciones vitales de su pueblo, pero para mí lo que más destacaría de él, y por lo que creo que es un ejemplo, es por la coherencia de sus actos en relación a sus palabras. No se quedó en simples discursos, de palabrería barata, ni siquiera tomó medidas para los demás y él se quedó al margen, muy al contrario predicó con el ejemplo de su vida. Si propuso recortes económicos y de gastos, él mismo se los aplicó, si pensó en que era necesario acercarse realmente al el mismo se acercó, su política de austeridad fue mantenida por si mismo y expresada ante cualquier grupo de gente, tanto dentro de su país como fuera de sus fronteras, le daba igual estar hablando con un campesino que dando un discurso en cualquier organización internacional, sus ideas eran claras y coherentes y por ellas luchó y murió. Para Sankara el mundo debía ser más justo y más feliz, sus compatriotas, toda África debía vivir libre y en condiciones humanitarias adecuadas, sin guerras y lejos de las ataduras del colonialismo que tanto daño les ha hecho como continente y que les ha condenado a vivir en la miseria más absoluta mientras los colonizadores se apropiaban de las riquezas del pueblo y les aplicaba una deuda externa cada vez más creciente que les lleva sólo a aumentar su pobreza y a depender más de ellos.
Sankara llega al poder de un país que en ese momento se llama Alto Volta, y que definido en datos, podemos decir que de 7 millones de habitantes, 6 son campesinos, donde la tasa de mortalidad infantil es del 180 por mil, que el analfabetismo es de un 98%, que la esperanza de vida no supera los 40 años, que la escolaridad no supera el 16% y que existe un médico cada 50.000 habitantes, todo esto aderezado con un nivel de corrupción y de injusticias importante. Ante esta desesperanzadora definición estadística de un país, es abrumador pensar en la ardua tarea a la que se enfrentaba Sankara, evidentemente la toma de medidas que se debía practicar era drástica, buscar un reparto equitativo era algo más que una necesidad y en ese cambio iban a ser afectados las clase minoritarias ricas en favor de las desfavorecidas, pero era la única manera de alcanzar un país más justo y con más dignidad.
La dignidad humana para él, era clave en su discurso, pieza fundamental en su política y en su vida, quería devolver a su pueblo la libertad perdida tras tantos años de colonialismo y esclavitud, quería devolver a su pueblo la libertad, pero la real, no sólo en apariencias, la que se da si todos tienen las mismas condiciones de partida. Por eso lo primero que hizo fue cambiar el nombre de su país a Burkina Faso, tierra de hombres dignos, él empezó a trabajar por que su pueblo recuperara la dignidad y la libertad, consciente de que uno de los importantes pasos que habría que dar es liberar conciencias, luchar no sólo a nivel político y económicos con las carencias básicas, sino erradicar el colonialismo mental que tanta mella estaba haciendo en su gente, por que como él mismo dijo: “no se puede liberar a un esclavo, que no es consciente de serlo”.
Las medidas políticas, sociales y económicas que tomó Sankara son importantes, sin duda, pero no son entendidas sin la contextualización adecuada de su pensamiento y de su filosofía de vida y gobierno, por eso quizás hoy me gustaría centrarme más en eso, ya que si bien no le resto importancia a lo otro, es realmente su pensamiento ideológico lo que me fascinó de este personaje. Muchas veces las filosofía de una persona es más fácil entenderla cuando se le pregunta por cómo se plantea el final de su vida, cuando se le pide que haga el esfuerzo de ponerse mentalmente unos años por delante y a su vez hacer una retrospectiva de lo que quiere haber alcanzado, y en este sentido me remito a unas palabras expresadas por él: “me gustaría que mi contribución sirviese para convencer a los más titubeantes de que existe una fuerza, el pueblo, para el que y junto con él hay que luchar (…) sería feliz con que hubiese sido útil, con haber sido pionero; lo que hoy parece un sacrificio, mañana será una conducta normal y sencilla”. Y aquí habla de la fuerza del pueblo, para el cual hay que luchar, pero no dejándolo al margen sino haciéndolo participe de su propio desarrollo, capacitándolo para mejorar y para tomar las riendas de su propio destino, como se dice, en versión adaptada, dejar de darle pescado y enseñarle y darle las herramientas para que pesque lo que quiera. Manifiesta sentirse feliz con que hubiese sido útil, y tanto que lo fue, la pena es que no le dieron tiempo a serlo más, lo que pasa es que esa utilidad iba en contra de intereses de aquellos que querían el enriquecimiento propio no de su pueblo, y buscaba conseguir que aquello que ahora parecía un sacrificio fuera lo habitual, que lo normal fuera lo justo, el equilibrio, el reparto equitativo de riquezas, el acceso a la educación, a la sanidad, a la cultura. Un mundo normalmente justo. Por eso coincido con lo que dijo Sennen Andriamirado en la revista Jeune Afrique: “Sankara fue un accidente de la Historia, pero un accidente feliz”. Feliz porque propició que se hablara y se siga hablando hoy de justicia, de equilibrio y de paz, y no sólo se hablara sino dio claves de que esto es posible, en el caso de que realmente se quiera.
Quizás sólo tuvo una incoherencia, detestar profundamente la guerra siendo militar, pero eso tiene su explicación en que fue la única manera de acceder a una educación en un país marcado por la miseria. Pero su humanidad, era una de sus características claves, detestaba la guerra y la violencia, consideraba que la integración de la mujer era un paso fundamental, pocas feministas apoyan tanto y de una forma tan real y contundente la lucha de las mujeres, una lucha que entiende no debe ser aparte de la revolución que su pueblo estaba organizando para mejorar su situación, es parte fundamental de su pensamiento y así lo transmitió incansablemente, con palabras y con medidas para fomentarla.
Y para alcanzar sus metas se rodea de gente a los que les pide: fuerza de carácter, valentía, dedicación al trabajo, integridad y honestidad. No es pedir mucho ¿o sí? Esa respuesta es decisión de cada uno, pero personalmente creo que no debería ser pedir mucho, pero sí es pedir lo necesario, ya que sin esas características que él mismo poseía era muy difícil poner en práctica todo lo que él puso. Y desde la coherencia, el respeto, la dignidad y una profunda humanidad
Texto escrito por Iris de Paz