Nacionalismo y
nacionalismos
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Como toda ideología política el nacionalismo
puede ser interpretado o reinterpretado para dar satisfacción a quienes hacen
uso de él. Con el socialismo, liberalismo, conservadurismo, fascismo, anarquismo
o comunismo ocurre lo mismo. El abanico de opciones es casi tan amplio como los
intereses de clase o grupo que quiera defenderse, o de las tendencias que lo
forman.
El nacionalismo está sometido al mismo tipo de contradicciones que el resto de ideologías políticas. De ahí que lo que importe sea la pregunta de a qué tipo de intereses de clase responde tal o cual nacionalismo. El nacionalismo de liberación nacional, anticolonialista y antiimperialista de los años 50-70 de los pueblos del tercer mundo, o los nacionalismo de izquierda de las naciones sin estado de aquellas décadas, son bien distintos de los nacionalismo imperialistas de estado, o de los nacionalismos plegados a los intereses de los capitales internacionales en donde quiere que se encuentren. Los nacionalismos de liberación nacional y anticolonialistas son avanzados y progresistas. Defienden los intereses de los grupos subalternos y combaten el imperialismo político económico y cultural. Los nacionalismos de estado y los de las nacionalidades en donde las clases dominantes tienen pactos y acuerdos con el capital internacional, son reaccionarios en las escena internacional y nacional. Esto lo vemos con total claridad si observados ejemplos concretos. Los nacionalismos de Nehru en la India, Nasser en Egipto, Sukarno en Indonesia, por citar a los fundadores de la Conferencia de Bandung que dio origen al tercer mundo en 1955, son progresistas y defienden los intereses mayoritarios de los pueblos a los cuales representan. Asentaban sus principios en las modernas ideologías del laicismo, el republicanismo y el socialismo. Por el contrario, los nacionalismos del Partido Nacional Africaner en Sudáfrica, del general Zia en Pakistán y del islamismo teocrático en Arabia Saudí son reaccionarios. Basan sus principios fundadores en la tradición, la defensa de las élites y el pacto con el imperialismo y alientan las diferencias culturales, raciales y religiosas. En nada se parecen unos y otros. En el caso del estado español también encontramos diferencias entre los distintos tipo de nacionalismos. En primer lugar tenemos el nacionalismo españolista. Éste tiene una base muy arraigada en el nacional-catolicismo, ideología reaccionaria de inspiración religiosa, defensora de la tradición y de los perdidos valores y poder del imperio de la edad moderna. Sirvió de sostén al franquismo y sigue siendo parte fundamental del corpus del nacionalismo español. Es el nacionalismo español de masas por antonomasia. Aunque obviamente también existe un nacionalismo español inspirado en el liberalismo. Pero este nacionalismo no ha tenido una verdadera proyección de masas y ha estado reducido a las élites intelectuales españolas, y frecuentemente tuvo que expresarse en el exilio. La muerte de la república fue también su propia muerte. Más recientemente el pensamiento socialista y comunista español, encarnados en la transición en el PSOE y el PCE, y en sus intelectuales, trataron de definir el nacionalismo español tomando prestado la definición alemana de postguerra de patriotismo constitucional. En esta propuesta el nacionalismo lo define el acatamiento patriótico de la constitución de 1978. Este nacionalismo no es de masas y es cambiante en la medida en que el nacionalismo españolista pendule de la derecha a la extrema derecha, en donde pasa la mayoría del tiempo. De tal forma este nacionalismo se encuentra muy condicionado por el anterior. Después tenemos a los nacionalismos que se han llamado periféricos (sobre todo catalán y vasco). Han evolucionado desde posiciones conservadoras a otras progresistas. Históricamente han sido portadores de una idea del estado más en consonancia con los nacionalismos de corte liberal europeo, pero los avatares de la propia historia española los han mantenido impedidos en buena parte de la historia contemporánea. Desde 1975 se han vuelto más dinámicos y presentes y han podido desplegar su programa político en parte. En el caso del catalán formó parte del momento fundante de la constitución de 1978, y a pesar de ser una fuerza política de ámbito catalán, tiene cierta capacidad de condicionar las políticas en Madrid para el conjunto del estado. En el caso del País Vasco el PNV que originariamente se reconocía en el ultracatolicismo, ha ido evolucionando hacia posiciones socialcristianas con un componente de políticas sociales más potentes que la que despliega la socialdemocracia española. Estos dos nacionalismos de matriz conservadora, sin embargo, son de componente liberal mucho más avanzado que el nacionalismo españolista. En ambos casos, catalán y vasco, existen otras corrientes nacionalistas. Una corriente de nacionalismo de izquierda en el segundo, y de catalanismo transversal en el primero, que les hace posible ser la mayoría social en ambas naciones. De tal forma que la voluntad política mayoritaria en esos territorios las representa el mundo nacionalista propio, siendo el nacionalismo españolista minoritario (País Vasco) o residual (Cataluña). Esos nacionalismo, a los que hay que añadir el galleguismo y el andalucismo (de Canarias hablamos aparte) son fuerzas sociales o sociales y políticas, depende de los lugares, opuestas al nacionalismo españolista que, sin embargo, juega con la ventaja de ser el nacionalismo de estado, lo que le da un plus de poder y de proyección hegemonizante, sobre todo en los territorios ambiguos (Canarias, Baleares, Valencia y en parte Navarra). El escenario en el estado, por tanto, queda a este respecto dibujado entre un nacionalismo de estado, básicamente reaccionario, aliado del capitalismo internacional, de valores retrógrados, tales como el catolicismo en su versión ultramontana, que tiene como pilares de su sostén a la gran banca, el ejército, la iglesia, la alta burguesía y los grandes aparatos mediáticos de ámbito estatal. Del otro lado, se encuentran los nacionalismos de las naciones sin estado, que basan su poder en el apoyo popular y en una burguesía nacional, que cuenta con instrumentos de poder territorial político y mediático (no en todos los casos) y que contraponen una visión del estado que incorpora los valores y las propuestas del republicanismo (laicismo, democracia social y participativa, ilustración, modernidad y postmodernidad). De los territorios ambiguos Canarias es el más importante. Teniendo unas condiciones objetivas diferenciales (territorio, geopolítica, geografía, historia, cultura, etc.) potentes, adolece de ciertos elementos primordiales para que su reivindicación nacional sea de primer orden. El principal de los déficit es la carencia de una clase dirigente con conciencia nacional, disminuida además por su entretenimiento predilecto, la confrontación intracanaria, que redunda negativamente en su proyección en cuanto clase nacional. La clase dirigente canaria se debate entre un españolismo de catecismo y un localismo miope. La formulación política que ha pasado a representar de una forma un tanto sui generis el canarismo en estos últimos veinte años ha sido CC. Pero CC lleva en su seno los gérmenes de la impotencia de la clase dirigente que representa. Un porcentaje altísimo de la dirigencia de CC no es ni ha sido nacionalista nunca. Sus jefes originales, al menos en Tenerife (ATI) provienen de la UCD o directamente del franquismo. El más infame (pero no el único) de los dirigentes que ha tenido CC fue Mardones Sevilla. Un notorio falangista durante la dictadura y posteriormente gobernador civil de Tenerife, cuando la guardia civil, que estaba bajo su mando, asesinó a Javier Fernandez Quesada en la Universidad de La Laguna en 1977. Luego durante muchos años parlamentario de AIC-CC en Madrid. El trío dominante de ATI-CC (Hermoso, Adán Martín, Ana Oramas) eran alumnos aventajados de Galván Bello, un hombre del aparato cabildicio en la dictadura. Señalo esto con el simple propósito de subrayar que los dirigentes de CC-Tenerife proceden todos del nacionalismo españolista y que eso explica el hecho de que el programa (que ellos llaman nacionalista) no sea otra cosa que una amalgama de regionalismo folclorista de inspiración españolista (puede sonar a galimatías pero es verídico como la vida misma). Este regionalismo-insularismo retarda la toma de conciencia nacional y mantiene a Canarias en una suerte de nacionalismo emergente que no termina de explosionar. Se basa sobre las retrógradas propuestas culturales del tradicionalismo religioso; reduce la identidad a las fiestas tradicionales de origen rural o directamente recreadas e inventadas por algunos de sus intelectuales de bandera; se mantiene como expresión de los intereses de las clases dirigentes de toda la vida, y es el aliado local de los intereses del capital internacional, siendo así, lo que siempre han sido, un eslabón del capital imperialistas, que hoy adquiere la fisonomía de neoliberalismo. La implosión de CC liberaría fuerzas indeseables para el españolismo en las islas. De ahí que el PP y el PSOE de manera alterna la trate entre algodones. Los sectores populares se reconocen en una identidad canaria1 difusa y prepolítica, y aunque existe un considerable porcentaje de la población que no se considera española, sino canaria o de su propia isla, no ha podido (o sabido) dar una respuesta organizativa y política a esa vertiente identitaria. Y esto retarda el asunto del nacionalismo en las islas, porque el nacionalismo es ante todo una proyección de poder. Sólo en el momento de la transición, Pueblo Canario Unido-Unión del Pueblo Canario quisieron ser expresión de los intereses políticos del canarismo de liberación nacional, pero su pronta derrota abocó el intento a su prematura extinción. Sin embargo, su proyecto era progresistas y avanzado en términos generales. Defendían a los sectores subalternos, eran anticapitalistas y por consiguiente denunciaban el papel del capital imperialistas en las islas, eran internacionalistas y solidarios y buscaban, a la luz de esos elementos, redefinir la identidad canaria en una proyección de futuro, al contrario de la proyección hacia el pasado que hace el nacionalismo conservador. En el informe elaborado en 2009 por el Instituto Español de Estudios Estratégicos del ministerio de Defensa, los datos referidos al asunto marcan una tendencia al alza en relación a estudios anterior del CIS. En este estudio de 2009 se señala que en Canarias se sienten sólo españoles o más españoles que canarios el 16% de la población; tan español como canario el 41%; y únicamente canario o más canario que español el 40%; el 1% no sabe ni contesta. (*) Profesor y militante de Alternativa Si Se Puede |
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