lunes, 8 de agosto de 2011

RICARDO GARCÍA LUIS, LA JUSTICIA DE LOS REBELDES.

difunde, Jose Marrero Lopez, CANARIAS INDEPENDENCIA Y SOCIALISMO

  • ''La justicia de los rebeldes" de Ricardo Luis. Palabras escritas por Isaac de Vega EL 11 de enero de 1995 acerca de este libro genial de Ricardo García Luis en el Diario de Las Palmas en el Cartel de las Letras y las Artes.

"En la portada y contraportada de este libro aparece una copia del Boletín Oficial de la provincia, de fecha 20 de Julio de 1936, del bando de la Comandancia Militar en cuyo último artículo aparecela curiosa prohibición de circular en bicicleta sin la precisa autorización de la autoridad militar. Aunque este detalle parezca un tanto cómico, queda englobado en la multitud de prohibiciones del citado Ordeno y Mando, creadoras de las tragedias a que se refiere Ricardo García Luis: los fusilados en Santa Cruz de Tenerife entre los años 36 y 40. Hoy causan asombro los motivos alegados para una pena capital y la facilidad con que se aplicaban por los tribunales de entonces y la escasa responsabilidad de los componentes de los mismos al disponer de las vidas con aquella estúpida inocencia y sencillez.

En las cerca de 250 páginas del texto se estudian detalladamente todos los casos que condujeron finalmente a los inculpados a la batería de Barranco del Hierro. Cada uno de ellos es un estudio que muchas veces ha sido la consumación de años enteros de investigación en los archivos y documentos disponibles, en los periódicos de la época o el producto de conversaciones con contemporáneos relacionados íntimamente con los sucesos, aparte de la numerosa
bibliografía consultada. Se hace una historia, una pequeña biografía basada en esas investigaciones, incidiendo fundamentalmente en la época aquella. Asimismo es de notar la abundancia de fotografías conseguidas, principalmente, de los familiares de los fusilados, y también de los periódicos del tiempo que muestran, en parte, las personas que formaban los tribunales juzgadores, así como los nombres de los mismos. Aparecen los lugares que podemos denominar típicos en esta triste historia: Gobierno Civil, salones de Costa Sur, cuartel de San Carlos, la tétrica batería de Barranco del Hierro... Lugares donde en aquel tiempo parecía estar sobre ellos una maldita nube negra creada por el miedo, los interrogatorios, las torturas, éstas últimas expandidas a todos los lugares de las islas, índice de bajeza de las gentes que en ellas se vieron mezcladas.

Y también la próxima costa de Río de Oro, con la sublevación y fuga de algunos hasta Dakar. En estos hechos hemos de contar con la presencia de nuestro poeta Pedro García Cabrera, protagonista de la aventura del desierto que recuerda en alguno de sus poemas. Uno ha pensado en ocasiones que aquí está la ocasión para realizar una gran obra para la pantalla.

Todos esos civiles y militares que murieron fusilados en aquellas condiciones no pueden menos que suscitar reflexiones no muy optimistas sobre la naturaleza del hombre, su ruin condición, ya que estos hechos no se suceden solamente entre nosotros, sino a lo largo del ancho, o estrecho, mundo.

El libro ha sido editado por la editorial Baile del Sol, que ya tiene en sus colecciones otros valiosos textos."

  • Esto fue escrito por Víctor Ramírez en la columna "La Rendija" a raíz de la presentación del libro de la justicia de los rebeldes de Ricardo García Luis, el jueves 4 de mayo de 1995 en el Diario de Las Palmas bajo el titulo "El minuto de silencio".

"Fue en el Club de Prensa Canaria. Fue el miércoles día doce de abril, a las ocho aproximadamente de la tarde. Presentábamos Rafael Franquelo, JoséA lmeida y yo el libro "La justicia de los rebeldes (Los fusilados en Santa Cruz de Tenerife, 1937-1940)" del amigo tinerfeño Ricardo García Luis. Ya lo leíste y, como yo, no pudiste evitar la emoción, la vergüenza, la rabia justiciera, la fe en que no se ha podido acabar del todo con nuestra historia.

Ya habíamos llegado a la recta final del acto, ya habíamos recién iniciado la parte del breve coloquio. Entonces, con sus bien llevados setentilargos años, se levantó doña Engracia Sosa, viuda de Cardona (mujer a quien tuve la dicha de dedicarle, en el mismo Club de Prensa Canaria, una ranchera en el Programa Parranda y un corrido mexicano en una Clave Musical -y aunque por un lapsus de nervios la llamé doña Encama). Deseaba manifestar doña Engracia que se congratulaba con la existencia de ese libro tan sincero y valiente. Y quiso dejar claro, de paso, que sí hubo bastante cobarde represión asesina contra canarios en el levantamiento fascista del 36.

Nos testimonió la entrañable doña Engracia, entre otros casos, que -trabajando ella de enfermera en el Hospital de San Martín- supo que una monja acusó a seis enfermeros compañeros suyos. Los denunció la monja por "intelectuales", y los seis fueron asesinados.

Pero lo más emocionante vendría cuando, a renglón seguido, pidió ella que rindiéramos homenaje a todos los canarios asesinados por el fascismo español en Canarias (en nuestra colonizada e indefensa Patria, añadiría yo), que se lo rindiéramos guardando un minuto de silencio. Y nos levantamos todos respetuosamente a guardarlo.

No se escuchará el mínimo ruido, pariente. Y quiso la bendita casualidad que ni siquiera en la vecina sala de exposición alguien rompiese, aunque fuere involuntariamente, el emocionado y emocionante silencio. Luego, tras sentarnos conmovidos, continuó el coloquio. Continuaría por poco tiempo.

Presentar un libro posee mucho de ritual tozudamente esperanzador. Quienes hemos tenido la inmensa fortuna de haber encontrado en buenos libros a mejores maestros, a queridos hermanos humanos que desde diferentes épocas y lejanos lugares tanto nos han ayudado en la lucha por la dignifícación de nuestra vida, sabemos cuánto de energía vivificante puede encerrar ese librito que presentas.

Sí: acabas considerando a ese libro como al recién nacido que apadrinas, que tienes en tus manos y miras preguntándole en silencio, conteniendo la emoción, "qué será de ti, ahijadito mío, hacia dónde y hacia quiénes llegará tu influencia". Y cuando ese ritual tozudamente esperanzador, además, ha servido para la confírmación de que en nuestra Patria no se ha acabado la conquista, para la confirmación de que mientras haya un canario o una canaria que sienta como propia la continuación de la rebeldía insumisa de los Doramos y Bentejuíes y Beneharos y tantos y tantos otros de nuestros antepasados (¡porque son nuestros antepasados! ¿o también se nos prohibe esto?), todo no está perdido. Para esta esperanza, nada más y nada menos que para esta tozuda esperanza, sirvió el inesperado minuto de silencio que solicitó doña Engracia Sosa, viuda de Cardona -hombre ejemplar."


  • Esto fue escrito por José Almeida sobre el libro la Justicia de los Rebeldes de Ricardo García Luis, el 12 de abril de 1995 en el Diario de Las Palmas, con el título "Sobre lo que jamás debemos olvidar".

"Alguna vez he escrito que el ser humano vive para aprender, para disfrutar y para expresarse en libertad y en justicia. Entonces, cuando quieren aplastar y negar estos elementales derechos, algunos seres humanos -los menos siempre—, se rebelan contra ese indeseado estado de cosas inspirados -la mayoría de las veces— por un profundo respeto por sus semejantes.

De algunos de estos seres humanos es precisamente de lo que trata el último libro de Ricardo García Luis, "La justicia de los rebeldes. (Los fusilados en Santa Cruz de Tenerife, 1936-1940)", publicado cuidadosa y excelentemente por Ediciones Baile del Sol y que inicia la Colección "Vacaguaré".

Profusamente ilustrado y documentado, Ricardo García Luis hace referencia a los hombres que fueron fusilados en Santa Cruz de Tenerife cuando tuvo lugar la rebelión militar contra el Gobierno legalmente constituido de la II República. Es importante señalar que en este libro se recogen aquellos nombres de que García Luis ha tenido constancia, no descartando en ningún momento que la macabra lista pudiera ser más amplia.

Como muy bien nos relata en la introducción, en una especie de justicia al revés,' "Los sediciosos acusan al Gobierno legalmente constituido de la II República del delito que ellos -y sólo ellos-estaban cometiendo a partir del 18 de Julio de 1936. En esta primera sentencia es condenando al Teniente de la Guardia de Asalto de la Compañía de Seguridad' de Canarias, don Alfonso González Campos, a la pena de muerte".

Es entonces cuando la ilegalidad jurídica se toma normalidad para los golpistas y se producen Consejos de Guerra en cascada: por los más fútiles motivos e incluso sin ellos.

Según nos relata Ricardo García Luis "No hay que olvidar la consigna interna del Director -General Emilio Mola— a los conjurados en fecha tan temprana como abril de 1936, en la que les ordena: La acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo. Serán encarcelados todos los directores de los partidos políticos o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para acabar los movimientos
de rebeldía o huelgas".

Esta justicia rebelde causa 62 fusilados en la Provincia de Santa Cruz deTenerife. 62 fusilados de los que se tiene constancia, pues -como nos advierte García Luis— hubo millares de presos que fueron detenidos y, como no se les encuentra delito alguno, no se les procesa y fueron pasto de las sacas nocturnas -hasta febrero de 1937.

Hoy numerosos testimonios que afirman que en ellos se cebaban los militares y falanges más sanguinarios, quienes los hacían desaparecer mediante fusilamiento, o bien en la operación saco,' tirándolos al mar. "De esta forma cruel -nos dice García Luis-fueron desaparecidos miles de canarios: sólo para Tenerife la cifra se estima en 1600".

El poeta Pedro García Cabrera, deportado a Villa Cisneros, en su poema "Con el alma en un hilo", canto V titulado Luna Llena, nos da cuenta del fusilamiento de Francisco Sosa, uno de los muchos canarios que perdieron la vida en la lucha por la justicia y la libertad.

Y, así, fueron colocados delante del muro, mientras gritaban ¡Viva la Libertad,Viva el Comunismo Libertario, Viva la Revolución Social!, gritos que fueron interrumpidos por el fuego de las ametralladoras.

  • Esto fue escrito por Juan Cabrera Santana en la columna "el transistor de papel" en el Diario de Las Palmas el 20 de abril de 1995 bajo el título La justicia de los rebeldes, libro de Ricardo García Luis"

Por supuesto que toda guerra siempre es peor, pero hay una que, con mucho, se impone por su carácter más aciago: la guerra civil. Buscando un fácil, pero verdadero, sentido natural de lo que su definición nos expresa, es la más incivil de las guerras. España es muy dada a esta clase de contienda y la semántica ofrece una palabra de triste origen nacional: pronunciamiento. Todo un eufemismo que sirve de disfraz a cualquier alzamiento militar o golpe de Estado. En cualquier caso, una guerra civil es producto de desavenencia brutal que termina en fraticidio.

En una sociedad democrática, fundamentada en el derecho a las urnas para dilucidar modelo de gobierno, toda acción militar debe considerarse como rebelión. No puede admitir otra concepción foral que delito contra el orden público. Así debió calificarse el levantamiento militar del 36, que tanta lucha fraticida ocasionó, pero, por parte de un asombroso birlibirloque, se usó la diacrítica mayúscula para darle propiedad de Alzamiento Nacional —cuento entre mis más sonados errores haber hecho en una ocasión su uso por lamentable y osmótico "lapsus calami"— y a la espada se unió la cruz para convertirlo en Cruzada. Tristemente, España se convirtió en territorio proclive al asesinato.

Las Islas Canarias debieron evadirse de tan siniestro acontecer. Como es sabido, tras breves escarceos constitucionales, se impusieron los rebeldes y la lucha se circunscribió a tal criminal persecución, que la extrapolación a las islas de conclusiones condenatorias —"justicia al revés"— del mismo Serrano Súñer, de tan poco dudosa confraternización con el pronunciamiento, cabe aplicárseles yo diria que con cierta propiedad exclusiva: "Sobre esta base de la "justicia al revés" —sistema insólito en la historia de las convulsiones político-sociales—, comenzaron a funcionar los Consejos de Guerra para juzgar y condenar—a muerte, en muchos caos— con el carácter de rebeldes en armas, a quienes se oponían y defendían al Gobierno del Frente Popular (II República). Lo absurdo del sistema se pone de manifiesto con la lectura de los artículos 237 a 242 del Código de Justicia Militar, y a tenor de cuyos tipos penales se impusieron la mayoría de las condenas por delitos de adhesión, auxilio, provocación y excitación a la que se llamó "'Rebelión Marxista", cuando en aquellos preceptos penales los delitos de rebelión y sus conexos radicaban en quienes se alzaron en armas contraía Constitución y organismos del Gobierno republicano. Fue un error el configurar delitos de rebelión y sedición para atribuirlos a los defensores del Gobierno republicano, dado que estos —jurídica y hasta metafísicamente— era imposible que los cometieran. (...) Al ser instrumento básico para la defensa del régimen (Serrano Súñer se refiere a la República), era un texto legal cuyo uso correspondía al Gobierno constituido".

Claro está que el texto transcrito guarda relación con los Consejos de Guerra, pero no hay que olvidar las "sacas" que en las islas llevaron a cabo complementos paralelos. Eso es historia conocida, lo mismo que la ley que exoneraba al criminal salva patria. Empero, los cuarenta años de gobierno en España en fraude de ley impidieron la sublimación de tanto inocente y el piadoso rescate del olvido ante tanto silencio cómplice. Con la vuelta de la democracia, investigadores comprometidos con la Historia están hurgando aquellos trágicos acontecimientos y devolviendo el honor de la memoria a quienes fueron asesinados por creer en un ordenamiento jurídico pregonero de la libertad como precepto inmaculado. Uno de estos investigadores es Ricardo García Luis. Grabemos sus palabras con letras de fuego: "Este es un libro que nunca debí poder escribir, porque mejor habría sido no haber motivo para escribirlo".

* EL PUNTO REFLEXIVO. ¡Nunca más!


EPISODIOS AFRICANOS.

"Episodios africanos" de Ricardo García Luis es una obra de "incalculable valor socio-histórico", trabajo documental y literario que recoge el testimonio oral directo de diversos soldados canarios que estuvieron en África a lo largo del siglo XX, ya que a través de los testimonios que aparecen recogidos en sus páginas "se puede tener conocimiento de las andanzas de los isleños en un territorio tan cercano y tan lejano a la vez".

El libro ha sido publicado en la Editorial Independiente de Canarias, que, promovida por Samir Delgado y Pedro Brisson, reúne una colección de literatura canaria de marcado interés social y ecológico.

Ricardo García Luis (Santa Cruz de Tenerife, 1944), que ha publicado cuentos en diversas páginas culturales y en revistas, es autor de libros como "Niños en el tiempo" y "Las cosas son así" (1981), "Déjalo correr" (1982), "La espera"
(1983), "La clase de francés" (1987) y "Memorial de agravios" (1994).

En 1986 participó junto a Raúl Mora en el Congreso de la Cultura en Canarias con la ponencia titulada "La edición
en Canarias".