lunes, 19 de septiembre de 2011

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El talón social

“(…) trabé conocimiento con el barrio en que yo vivía. Nunca hubiese sospechado que contuviera miserias tan lamentables. Mi ignorancia provenía, desde luego, de que yo no me ocupaba de hacer caridad. Estaba convencida de que Ernesto tenía razón cuando comparaba la beneficencia a un cauterio sobre una pierna de palo, y la miseria a una úlcera que había que extirpar, en ligar de pegarle un emplasto. Su remedio era simple: entregar al obrero el producto de su trabajo, y dar una pensión a los que han envejecido honradamente trabajando, y se acababan las limosnas. Persuadida de la exactitud de este razonamiento, trabajaba con él en la revolución, y no desperdiciaba mis energías en aliviar miserias sociales que renacen constantemente de la injusticia del sistema” (El talón de hierro de Jack London)
Este trozo del libro el talón de hierro me hizo recuperar una reflexión que en varios momentos hacemos los profesionales de lo social, es una reflexión que aunque en parte se entiende teóricamente superada hace mucho tiempo, la realidad, es que dadas las dificultades técnicas con las que nos encontramos, que nos llevan a tener que hacer un trabajo con una carencia de recursos notable, sigue estando de actualidad, ya que a veces esa carencia de recursos y las diferentes problemáticas que se van dando nos llevan en ocasiones a pensar que estamos realizando un trabajo que no se separa lo suficiente de la beneficencia y de la caridad.
Estos dos conceptos: beneficencia y caridad, van ligados a la historia del Trabajo Social, pues marcan sus inicios en una época en la que las condiciones sociales, económicas y culturales no permitían otra cosa y además tenían una connotación positiva, pero por suerte la propia evolución de la profesión ha llevado a una modificación de la misma y a un alejamiento teórico, filosófico y de las prácticas profesionales tendentes a una intervención integral con la persona a la que se da el protagonismo y la capacidad de decisión y autonomía básica para liderar y dirigir su propio proceso de cambio personal y social.
Comparto la idea del texto de que la beneficencia es como “un cauterio en una pierna de palo”, para mí no es sólo perder el tiempo ya que parchear no lleva a nada, sino que impide el desarrollo de la dignidad de la persona, le impides que sea partícipe y actor de su propio cambio, le quitas todas las posibilidades y le dejas a la intemperie para seguir padeciendo los múltiples inconvenientes e injusticias de una vida llena de necesidades insatisfechas y de miseria, ya que le has quitado lo mejor que puede tener una persona, la conciencia de que por sí mismo puede modificar su situación y su capacidad de acción y reacción para mejorar su vida.
Evidentemente la idea tiene que ir por cambiar el sistema, un sistema basado en un reparto desigual y propiciador de injusticias. El Trabajo Social a lo largo de su historia, avanza y pasa de entender su labor como un acto de caridad, a entenderla como un derecho propio del individuo parte de una sociedad, así esta labor va encaminada no sólo a nivel individual de dotar a la persona de las armas necesarias para enfrentar sus situaciones así como de ayudarle a defender su dignidad como persona y sus derechos, sino que tiene también que encaminar su labor a nivel social, buscar las herramientas necesarias para la mejora y modificación de la sociedad, la erradicación de un sistema injusto que aisla y saca del mismo al individuo que no le sirve, por un sistema integrador tendente al equilibrio y la justicia social.